A medida que acababa el festón del escote pensaba que bordado copiar de todos los que tengo, y no me costó mucho elegir.
En el verano del 88 mi suegra estaba recién operada, radiándose con cobalto, era un cáncer de cuello de útero, y reponiéndose porque entró de urgencia en el quirófano con dos litros de sangre en el cuerpo.
Pasábamos quince días de vacaciones y a la hora de irnos Lala le pedía llorando a mi marido que por favor me dejara un poquito más. Y me quedé.
Nos pasábamos todo el día sentadas bajo un enorme ficus al que llamábamos el bella sombra, bueno, sentada yo porque a Lala mi suegro le había preparado una "cama jardinera" con una sábana de flores verdes y azules preciosa y estaba tumbada casi todo el tiempo. A su lado yo cogía alguna labor,estaba embarazada de seis meses, y hablábamos, mucho y de todas las cosas. Se pasaban las horas como minutos en aquel jardín. No había nada que nos robara la intimidad que compartíamos en aquellas largas y saltarinas conversaciones. De vez en cuando un bañito en la piscina, un aperitivo o merienda, la comida en la mesa de piedra... incluso alguna visita incluyendo las de mis cuñadas, como yo, recién casadas, pero que no alteraban en nada el halo surgido entre las dos.
Así, un día en que yo había acabado la primera camisita de las que me cortó la abuela, Lala me la quiso bordar, un bordado sencillo, de lencería vintage se diría hoy, y lo hizo.
Ese es el bordado de la primera camisita de su bisniet@ bordado por su abuela.
Cuando he ido a enseñarle a Lala las dos camisitas se ha emocionado